LA IMPORTANCIA DE LA PRÁCTICA DE UNA DISCIPLINA ESPIRITUAL
En general todos nosotros nos suponemos primariamente humanos y algunos, no conformes plenamente con esto, emprendemos una búsqueda espiritual. De este modo nos damos cuenta que en realidad somos seres espirituales realizando la experiencia humana. Esta verdad tan esencial se nos olvida particularmente en este lado del planeta, en occidente. Aquí vivimos una cierta exaltación del ego, un desmedido interés por cumplir con metas personales, en lo material y en lo ocupacional, y a veces incluso priorizamos estos objetivos poniéndolos por sobre nuestra vida afectiva y familiar.
Sucede que aun cuando re-descubrimos nuestra espiritualidad (en un marco religioso o fuera de él), no logramos hacerle el espacio suficiente en nuestras vidas. Es esto mismo es lo que hace deseable y necesaria la práctica de disciplinas espirituales. Hacerle lugar en nuestra vida cotidiana a hábitos ligados a sentir, experimentar y conectar con quiénes realmente somos se vuelve imprescindible si queremos ahondar en este surco.
Son muchísimas las actividades que podemos realizar en este sentido. Vamos a nombrar algunas de ellas. Tan solo respirar consciente y rítmicamente nos puede ayudar a acallar nuestros sentidos, nuestra mente y nuestras emociones. Es de esto de lo que se trata disciplinarse en la búsqueda. Ese silencio que buscamos es el espacio que podemos hacernos para encontrarnos con algo que esté más allá de nosotros mismos, con nuestra Alma y con diversas energías de Amor y Sabiduría que cada quien nombra de diversos modos. En un principio no debemos ser pretenciosos con los resultados, ellos aumentan y se profundizan a través de la constancia en la práctica.
Demás está decir que “este hacer” debe estar ligado al profundo deseo “de ser”, esta habrá de ser sin duda la motivación que sostiene cualquier práctica que realicemos. La fuerza mayor que nos impulsa es nuestra propia Alma, que intenta por todos los medios ayudarnos a recordar “quiénes somos” y “para qué estamos aquí”. Incluso uno puede tener algo así como un botiquín espiritual y realizar diversas actividades a lo largo del día, para trabajar en la profundización de este objetivo. Caminar en silencio y enfocados puede ser una de ellas. Leer libros inspiradores. Cuidar qué le damos de comer a nuestra mente, a nuestras emociones y a nuestro cuerpo físico es fundamental, ya que todo lo que incorporamos determina en parte lo que luego somos y hacemos. Escuchar música sagrada o bella y tranquila, puede ayudarnos también.
A todas estas prácticas sencillas puede sumarse una actividad más específica como es la meditación. En relación a ella existen métodos muy diversos para buscar acceder y conectar con otros planos de conciencia. En particular las meditaciones dinámicas, aquellas que son guiadas pueden ser de más fácil aprendizaje y realización.
El camino de búsqueda y crecimiento, a la vez que puede realizarse en grupo es absolutamente personal, y será tarea de cada uno de nosotros encontrar en cada momento de la vida el paso que resulta más adecuado para acercarnos a experimentar, nuestra verdadera esencia.
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