PERDÓN Y REDENCIÓN
La necesidad de “perdonar” nace de la vivencia de haber sido lastimados y se plantea secundariamente a la experiencia dolorosa que podamos haber vivido. El perdón aparece como una búsqueda o acción para tratar de salir del circuito en el que el conflicto nos puede haber encerrado e instalado y aparece aquí como un modo de intentar recobrar la armonía que perdemos cuando el trauma o el conflicto están activos en nosotros.
La idea inicial parece válida, solo que inmediatamente ponemos en marcha mecanismos tales como el juicio, la crítica, el derecho a la venganza, el sentimiento de injusticia y básicamente nos excluimos a nosotros mismos de la experiencia proclamando a viva voz y a vivo sentir nuestra inocencia.
No nos incluimos como variable activa de lo que vivimos sino como sujetos pasivos del hacer del “otro”.
Solemos recordar las experiencias “imperdonables” como si estuvieran ocurriendo en el presente, con la misma carga, con las mismas sensaciones y con los mismos patrones mentales y logramos así que se vuelven un presente doloroso y pesado de cargar.
A veces con solo observarnos en la horizontal podemos notar como una situación en la que inicialmente somos víctimas luego con el paso del tiempo nos vuelve victimarios de modos diversos.
Frente a algo que nos ocurre durante la encarnación, sólo lo miramos o lo leemos o lo sentimos en forma lineal, nos perdemos la oportunidad, creemos nosotros, de ver y sentir toda la riqueza que la experiencia nos puede brindar, enseñar y de resignificarlas desde esta mirada.
Más allá de que se hagan ejercicios con distintas técnicas, vinimos muchas, muchas veces, al planeta y con todo lo que implican “las vidas pasadas”. Ahora bien, nosotros no recordamos exactamente qué errores cometimos, por ignorantes, por malintencionados, porque aún ahora estando acá cuántas veces nosotros hacemos ciertas cosas aún sabiendo en nuestro fuero interno, en nuestra intimidad personal, en nuestra reserva, que no están bien… Y a veces tenemos hasta una conducta permisiva para con nosotros mismos que nos hace seguir adelante igual.
Si venimos viviendo en el principio del libre albedrío desde hace mucho, desde el principio de la experiencia, seguramente tenemos una gran cantidad de errores cometidos.
Quiere decir que a nosotros nos abarca el karma grupal, el karma social, el karma de especie y el karma de la humanidad. Ignoramos que no tenemos ninguna liquidación bancaria que acredite el estado real de nuestras cuentas y mucho menos del balance y de la ley del equilibrio o más bien del desequilibrio que ellas puedan tener.
Finalmente, aquello que no sentimos perdonar nos vuelve esclavos de esos mismos hechos.
Si tenemos voluntad de seguir trabajando para ser más conscientes, más evolucionados, podemos enfocarnos en el centro de nuestro Ser y buscar las leyes del Amor Divino y de la Justicia Divina, recordarlas.
Quisiéramos compartir esta reflexión con la que nosotros trabajamos y ella es que cuando no podemos elevarnos a considerar la ley del Amor Divino y la ley de la Justicia Divina, hacemos muchas cosas que con certeza no constituyen nuestra mejor posibilidad. Y desde la mirada puesta hacia la ley de Lo Alto, hacia la ley Cósmica, nosotros sentimos que no perdonar es básicamente un acto ignorancia.
En qué lugar de poder y de “inocencia” nos ubicamos cuando creemos que la justicia humana, y me refiero aquí a nuestros propios juicios, pudiera ser Divina y por lo tanto infalible.
El perdón es una experiencia que nos abre a lo vasto, tanto en el pensamiento como en los sentimientos. Siguiendo la energía del perdón nos encontramos con la arbitrariedad y la soberbia cuando creemos que estamos capacitados para evaluar y considerar lo que pasa y hacerlo de la manera correcta parece al día de hoy más un objetivo que una realidad.
Reconocernos en este sentido imprecisos, imperfectos, puede ser un buen lugar para seguir avanzando.
Podríamos decir que perdonar es humano y redimir es Divino. De este modo diferenciaríamos capacidades humanas de capacidades superiores. El perdón parece así ligado al principio kármico mientras que la redención está ligada al atributo dhármico superador a todas luces de lo que vivimos hoy. Una vez más “que lo superior sane lo inferior” y que así sea.
La humanidad toda habrá de ser redimida cuando el salto evolutivo termine de plasmarse. A través de errores y aciertos estamos transitando la experiencia y el perdón es apenas un término del juego de la dualidad en la cual estamos aprendiendo. En el crecimiento de la conciencia el perdón habrá de llevarnos hacia la Redención.
Perdonar es liberarnos, es achicar el velo, es comprender la necesidad temporal de la dualidad.
Cuanto más experimentamos quiénes somos, más desapegados de las experiencias negativas o positivas nos sentimos, esto deviene de sabernos co-creadores de todas nuestras experiencias y cuando esto sucede perdonar es sólo una posible y natural consecuencia.
Extraído del libro “Pasamanos a la Conciencia” de la Lic. S. Kamienomostki
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